UNA MIRADA CRÍTICA AL ESTUDIO DE LAS RELACIONES ENTRE DESASTRES, MEDIOS, SABERES, PODER Y SOCIEDAD

A critical look at the study of the relationships between disasters, media, knowledge, power and society

Recibido: 9 de diciembre de 2016
Aceptado: 19 de mayo de 2017

 

Resumen

Este artículo hace un acercamiento crítico tanto i) a la constitución de un objeto de estudio sobre las relaciones entre desastres, medios de comunicación, saberes, poder y sociedad, como ii) a perspectivas para el análisis del mismo. Para esto se recurre a un fragmento de la obra de Michel Foucault (y a trabajos sobre este autor), en especial a textos publicados al final de su vida, que retoman la pregunta de Immanuel Kant, formulada doscientos años antes, sobre qué es la Ilustración. Esto lleva a un ejercicio reflexivo que contribuye a desnaturalizar aspectos propios de dicho objeto de estudio y de dichas perspectivas. En primer lugar, se hace un acercamiento al campo de los estudios de la comunicación y su rol en las relaciones entre medios, saber y poder, sobre todo en situaciones de desastre. En segundo lugar, se hace énfasis en el (sub)campo de la comunicación pública de la ciencia y la tecnología, y su papel en las relaciones entre desastres, saberes, poder y sociedad. En suma, se trata de ver qué pueden aportar tales ideas de Foucault a estos enfoques; y, en lo posible, dialogar con ellas.

Palabras clave: crítica, desastres, medios, saberes, poder, sociedad.

Abstract

This paper constitutes a critical approach to i) the definition of a study object regarding the relationships between disasters, media, types of knowledge, power, and society and ii) some perspectives for the analysis of this study object. For this purpose, we used an excerpt from Michel Foucault’s work (and other works about this author), especially some texts published at the end of his life that revisit Immanuel Kant's question—raised two hundred years earlier—about what Enlightenment is. This process lead to a reflection that contributes to denaturalizing specific aspects of such study object and perspectives. The first section of the article is an introduction to the field of communication studies and their role in the relations between media, knowledge, and power, mainly in disaster situations. Second, emphasis is placed on the (sub)field of public communication of science and technology and its role in the relations between disasters, types of knowledge, power, and society. In sum, it is a question of identifying what Foucault's ideas can contribute to these standpoints and, if possible, to dialogue with them.

Keywords: : critics; disasters; media; knowledges; power; society.

INTRODUCCIÓN

Los desastres denominados naturales han afectado y afectan a una parte importante de la población colombiana. Se trata evidentemente de un problema mundial y de larga duración, pero en este país, en particular, han tenido graves repercusiones en las últimas décadas (UNGRD, 2014). El hecho de que se siga usando el adjetivo «naturales» hace que a menudo se obvien las responsabilidades humanas para atenuar, y a veces incluso evitar, las graves repercusiones de estos fenómenos (García Acosta, 2008). Los medios de comunicación, y en especial los noticieros, tienen un rol importante en esto, pues les proponen las agendas a los ciudadanos, además de marcos de interpretación que entran en diálogo con las representaciones sociales, como se observa, por ejemplo, en Bonilla y Cadavid (2004). A pesar de dicho rol, ha habido pocos estudios sobre la construcción noticiosa de este tipo de acontecimientos en Colombia. En ellos se muestra cómo predominan las narrativas sensacionalistas que describen en detalle las consecuencias; y se muestra la ausencia de narrativas que puedan contribuir a la prevención de desastres y que favorezcan la circulación de saberes con este fin (Miralles, 2009; Obregón et al., 2009; Obregón et al, 2010 1 ; Arroyave y Erazo-Coronado, 2016; Hermelin, 2007; Hermelin, 2013). No obstante, es menester indagar sobre los vínculos que hay entre resultados como estos y los destinatarios inscritos en los mensajes noticiosos; esto con el objetivo de detectar pistas sobre las formas de reconocimiento que surgen en las audiencias respecto a estas narrativas hegemónicas.

Teniendo en cuenta lo anterior, en el presente trabajo se busca hacer un abordaje crítico tanto de un objeto de estudio que se ocupa de las relaciones entre desastres, medios de comunicación, saberes, poder y sociedad, como de perspectivas para el análisis del mismo. Dicho abordaje crítico se basará en ópticas y herramientas propuestas por Michel Foucault; específicamente en algunas que se desprenden de su texto ¿Qué es la Ilustración?, un trabajo corto, escrito al final de su vida (1984), que condensa elementos importantes del pensamiento del autor, y que se ocupa de la misma pregunta respondida por Immanuel Kant en un texto publicado en 1784. Para esto también se hará uso de algunas ideas de otros textos de Foucault y sobre la obra de este autor; además de textos de otros autores que pueden servir para interpelar su trabajo, pero sobre todo para interpelar el objeto de estudio mencionado.

Es preciso subrayar que son notorios los aportes a los análisis de las relaciones entre desastres, medios de comunicación, saberes, poder y sociedad, desde campos como el de los estudios de la comunicación, el de la comunicación pública de la ciencia y la tecnología, y el de la sociología del riesgo, entre otros. Sin embargo, hacen falta giros culturales a los aportes de estos campos, en aras de un acercamiento a lo antes dicho sobre las formas de reconocimiento que puedan tener las audiencias con las narrativas dominantes de los medios, en especial de los noticieros. Y hacen también falta giros críticos2 , como el que aquí se propone, que permitan ejercicios reflexivos para tomar distancia de nuestras investigaciones y de nosotros mismos. Se intenta acoger la invitación de Foucault que retoma de Kant: Sapere aude, «atrévete a conocer», «ten el coraje, la audacia para conocer» (Foucault, 1984, p. 3), pues se trata de correr el riesgo de hacer un acercamiento crítico a un cierto «sapere adquirido» en relación con nuestro objeto de estudio, y a algunas de nuestras aproximaciones al mismo.

En este sentido se busca discutir aspectos de los campos mencionados en diálogo con el objeto de estudio. En la primera parte este análisis se pone la lupa en ¿Qué es la Ilustración? de Foucault; allí se pretende señalar algunos puntos de fuga hacia el campo de los estudios de la comunicación, con particular énfasis en las relaciones entre medios, poder y sociedad. Y en la segunda parte, teniendo como base el mismo texto de Foucault -en discusión con otros, como se dijo antes-, se revisan algunas perspectivas propias del (sub) campo 3 de la comunicación pública de la ciencia y la tecnología, haciendo hincapié en el papel que tienen, o que pueden tener, en las relaciones entre desastres, saberes 4, poder y sociedad. Lo anterior con el fin de deconstruir y desnaturalizar ciertas nociones y enfoques que, a nuestro juicio, se emplean con relativa frecuencia y tradición en tal objeto de estudio y en tales campos. A fin de cuentas, de lo que propone Foucault, y de lo que dice Butler (2001) sobre lo que propone Foucault, se puede deducir que, para estar de acuerdo con él, habría que buscar sin descanso cómo no estar de acuerdo con nosotros mismos, al menos de alguna manera y en ciertas circunstancias. Además, para estar de acuerdo con Foucault habría que buscar sin descanso cómo no estar de acuerdo con él y con las bases de su pensamiento, al menos de alguna manera y en ciertas circunstancias

En suma, se hace un intento por develar algunas estructuras de poder insertas en un objeto de estudio que se centra en las relaciones entre desastres, medios, saberes y sociedad, como en diversas perspectivas para abordar dicho objeto de estudio. Algo que sirve no solo para el debate epistémico al que aquí se alude, sino que también busca dar pasos hacia el análisis de las responsabilidades de los medios, en especial con respecto al uso de agendas y narrativas específicas en el tratamiento de los desastres y sus riesgos.

De ¿qué es la Ilustración? a los estudios de la comunicación y las noticias

Vale la pena considerar inicialmente algunos aspectos del contexto sobre este artículo de Foucault, que puedan ser útiles para nuestro propósito. Lo primero es que dicho trabajo fue terminado en 1984, publicado en inglés poco después de su muerte y en francés en 1993 5 ; texto que les da continuidad a algunos elementos adelantados por Foucault (1995) en su conferencia ¿Qué es la crítica? Ambos trabajos parecen hacer una suerte de síntesis de una parte del programa crítico emprendido por Foucault, y dan luces para desarrollos futuros, como se observa en Butler (2001). Esto también se vislumbra en las primeras clases de Foucault de enero de 1983, en su cátedra del Collège de France, consignadas en El gobierno de sí y de los otros (Foucault, 2009) y se puede entrever en el breve texto Foucault, escrito por él mismo -firmado con el pseudónimo de Maurice Florence (M. F.), publicado en el Dictionnaire des phlisophes editado por Huisman (1984). Por su parte, algo similar sucede con el texto de Kant, que apareció en la revista alemana Berlinische Monatschrift, con el mismo nombre (en alemán, Was ist Aufklärung?), en noviembre de 1784, justo doscientos años antes. Este escrito, como lo analiza Foucault (1984 y 2009 ), compendia algo del programa crítico de Kant, y fue elaborado para un público con cierta «iniciación», como explica Foucault (2009); no es pues el mismo público que aquí nos atañe: el de medios de comunicación como los noticieros de televisión. Por lo demás, dicho texto de Kant, según François Boituzat -en Lecourt (2006, pp. 648-649), le permitió un alto reconocimiento y sirvió para algo así como relanzar su obra.

Ahora bien, la pregunta sobre qué es la Ilustración de Kant sigue vigente, como afirma Foucault (1984). Kant (1986) se preocupa por el desafío prometeico, tan propio de su época 6; un asunto que Voltaire deja explícito en su Poema sobre el desastre de Lisboa (1755): allí se exhorta a la humanidad a que asuma las responsabilidades sobre su destino -sobre lo que volveremos más adelante-, y se aboga por conocerlo y asirlo. Pero Kant va más allá de dicho desafío prometeico, reflexiona sobre su presente y su relación con la actualidad, sobre la diferencia entre el hoy y el ayer. Y para esto ofrece una ausgang, una «salida» del «estado de tutela», que caracteriza a la Ilustración: «una modificación de la relación preexistente entre la voluntad, la autoridad y el uso de la razón […]. [En la Ilustración] los hombres son a la vez elementos y agentes de un mismo proceso» (Foucault, 1984, p. 3). Lo anterior está directamente ligado con la diferencia que hace Kant, y que discute Foucault, sobre el uso privado y el uso público de la razón. En el uso privado de la razón se acepta el «estado de tutela», hay un mínimo de obediencia para que las cosas funcionen, pero no una obediencia ciega. En el uso público se cuestiona abiertamente el «estado de tutela», se dan pautas para que la sociedad avance, de tal manera que cuando se obedezca, se haga en conformidad con la razón universal. En la ausgang, en el alcanzar la mayoría de edad en términos kantianos, «disociamos razonamiento y obediencia. Se hace valer la obediencia en el uso privado y la libertad total y absoluta de razonamiento en el uso público» (Foucault, 2009, p. 53).

Esa tensión entre uso privado y uso público de la razón parece cercana a lo que arguye Foucault (1995), y que lo reitera Butler (2001), sobre las relaciones del individuo y la sociedad con el poder: no se trata de cómo no ser gobernados de ninguna manera. Se trata de cómo no ser gobernados de una forma particular y en unas circunstancias particulares. Lo que nos lleva a contrastar esto con la relación entre estructura y acción 7 , tan en boga en el pasamiento sociológico tradicional como en el contemporáneo, según se observa, por ejemplo, en Giddens (2003), en Habermas (1989) o en meta-análisis como los de Ritzer (2005). Tal contraste da pistas para entender el par estructuraacción no como dos extremos opuestos, sino como una gama, un intervalo de continuidades (además de una interrelación entre ambos). Una gama que está permeada por la capacidad de los individuos de confrontar los poderes establecidos y de desentrañar los intrincados lazos entre el saber y el poder, el sustento de las estructuras que se imponen, con el objeto de desnaturalizar tales poderes. Esto hay que abordarlo desde el punto de vista de las relaciones entre los individuos, y de los individuos con las estructuras. En El sujeto y poder, Foucault (1988, p. 14) expresa: «el poder sólo existe en actos aunque, desde luego, se inscribe en un campo de posibilidades dispersas, apoyándose en un campo de estructuras permanentes». No puede, pues, entenderse el poder sin pensarlo como relación, ni se puede entenderlo simplemente como afincado en estructuras que, por sólidas y anquilosadas que estas estén o parezcan estar, les impidan a los actores cualquier tipo de margen de maniobra, por pequeño que sea. (Es menester aclarar que para lo anterior se ha tenido en cuenta la importancia de no entrar en la polémica sobre la influencia del estructuralismo en Foucault y viceversa, como se desprende de Castro (2011). Se puede decir que este autor está «más allá» de esta corriente. Y, sin embargo, a nuestro juicio hay elementos en él para repensar el par estructuraacción, al menos en cuanto a la temática que aquí nos concierne).

El debate anterior lo podemos situar en el centro de las prácticas y de los desarrollos teóricos propios de los lazos entre medios de comunicación, poder y sociedad. A menudo los medios son considerados como estructuras 8. Ciertas tradiciones académicas de análisis sobre tales lazos les otorgan a los medios un exceso de poder: por ejemplo, parte de los estudios funcionalistas norteamericanos, y algunas reflexiones derivadas de la Escuela de Fráncfort. Mientras que otras tradiciones les otorgan un exceso de poder a los actores o a los individuos que consumen medios: por ejemplo, parte de los estudios culturales norteamericanos, y algunas derivas del determinismo tecnológico como la de Marshall McLuhan (Mattelart, 1997; Maigret, 2005; Williams, 2011). En términos de Umberto Eco (1995), el primer punto de vista puede acercarse al extremo denominado como el de los «apocalípticos»; el segundo al extremo denominado como el de los «integrados». Pero, hay perspectivas con matices que muestran que los medios y sus usos sirven tanto para el control como para la emancipación de los sujetos y de los grupos sociales; los medios y sus usos pueden tender hacia la democracia -incluso hacia ciertas formas de anarquismo-, como hacia el totalitarismo (Castells, 1998). Los usos individuales y sociales de los medios han permitido que los usos privados y los usos públicos de la razón lleguen a traslaparse. Han contribuido a que se gobierne de una manera, pero también han favorecido el no dejarse gobernar de una forma particular y en unas circunstancias particulares. En términos de Rancière (2010), los espectadores tienen una posibilidad de emancipación que siempre está vigente en la distancia, en los gradientes entre, por una parte, el que tiene información sobre algo o el que sabe algo, y, por otra parte, el que no la tiene o no lo sabe, o lo sabe de otra manera. Y esta distancia no se asume como una situación de verticalidad. Rancière (2010) llama a tomar con beneficio de inventario las visiones ligadas a públicos alienados frente a dispositivos mediáticos omnipotentes.

Por otra parte, Foucault (1984, p. 6) se detiene en que Kant, en su texto, logra unir el plano de la reflexión crítica con el plano de la reflexión sobre la historia; logra «la reflexión sobre el ‘hoy’ como diferencia en la historia y como motivo para una tarea filosófica particular». Y esto conecta con una reflexión sobre la modernidad, no como un periodo de la historia sino como una actitud. Aquí Foucault se acerca a Charles Baudelaire por la agudeza de su trabajo para dar cuenta de la modernidad del siglo XIX. Hay una característica propia de la modernidad y es «la consciencia de la discontinuidad del tiempo […] ‘lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente’». Y cita otra vez a Baudelaire con un precepto muy significativo de la actitud de modernidad: «no tienes derecho de despreciar el presente» (Foucault, 1984, p. 7). Baudelaire le presta mucha atención a lo real, confrontándolo con la práctica de una libertad para, al mismo tiempo, respetar y violar lo real. Además, como insiste Foucault (1984, p. 8), para Baudelaire «la modernidad no es simplemente una forma de relación con el presente; es, también, un modo de relación que hay que establecer consigo mismo».

Esta aproximación por parte de Foucault no solo a la obra sino a la actitud de Baudelaire, se acerca al trabajo de Walter Benjamin9 . En su análisis detallado sobre Baudelaire y su época, Benjamin (2008a) ofrece una diversidad de elementos con los que no sólo habla de los desafíos y obstáculos -para no mencionar los padecimientos- del escritor en relación con muchos componentes de la modernidad: Benjamin parece hablar también de sí mismo, o al menos un poco. Habla -entre muchas otras cosas- de la vida en el anonimato entre las multitudes contemporáneas, de una «sociedad individualista de masas» -para acudir a la expresión de Wolton (1997)-, y de todos los componentes que hacen tan difícil asimilar los cambios o al menos aprehenderlos. Habla del umbral entre la multitud y el individuo que Baudelaire tanto custodia; habla no del flâneur sino de un cierto tipo de flâneur -a la manera de Constatin Guys, a quien también cita Foucault (1984)-, que se resiste al atropello de la multitud pero que a su manera la encarna. Con cierto arrojo se puede decir que Benjamin da pautas para el ejercicio reflexivo que enriquece la investigación social.

Parece entonces que aquí convergen perspectivas de Foucault, Benjamin, Baudelaire y Kant, en relación con la actitud de modernidad, en la óptica frente al presente y en el ejercicio reflexivo del que lo estudia y lo vive, no sólo en relación con sus abordajes sino en relación consigo mismo. Esto abre horizontes para, de nuevo, poner el lente en las relaciones entre medios, poder y sociedad. Volvamos a Rancière (2010)y a las posibilidades de emancipación del espectador frente a lo que le muestran de su presente, específicamente, frente a las noticias de los medios. Pocas cosas dan cuenta de la fragmentación del presente, de sus discontinuidades, como las noticias. Más aún en una época de entornos mediáticos emergentes que en lugar de anular a los medios tradicionales los incorporan, en múltiples convergencias, como lo señalan Scolari (2009) y Jenkins (2008): los formatos de información se entrecruzan, las narrativas se intercambian, los registros de actividad de las audiencias se dan en tiempo real por el paso de lo análogo a lo digital, y, más aún, las co-producciones tanto potenciales como reales; polisemias en la comunicación masiva que ya percibían Bajtín (2011) y Benjamin (2008b); polisemias en las que las representaciones existen en la medida en que -claro está, pero no puede obviarse- incorporan la interpretación (Hall, 1997). Una vez más, se dan tantas posibilidades para las libertades y para las resistencias, como para las hegemonías y para las coacciones 10.

Foucault (1984), como se dijo antes, invita a una mirada crítica frente al presente, a salir de la minoría de edad, como lo sugirió Kant. Y esto implica observar en perspectiva no solo las relaciones saber-poder más canónicas que están en el trasfondo de los excesos de una racionalización del mundo (atisbados por Weber, sobra decir): implica observar en perspectiva hábitos tan cotidianos como consumir noticias, esos pequeños constructos de realidad de los que bebe la mayoría de la gente, de una forma o de otra, más de un tema que de otro, en las sociedades «occidentalizadas». La mirada crítica debe dirigirse hacia los medios y sus máquinas mediáticas (Charaudeau, 2003) que producen noticias, incluidos sus anunciantes publicitarios; debe dirigirse hacia las autoridades que intentan imponer sus agendas y que regulan los medios y sus usos; debe dirigirse hacia los públicos que consumen la información; y debe dirigirse también hacia los investigadores que estudian estas relaciones. Con base en trabajos como Hall (1997), hay que poner la lupa en las prácticas culturales propias de los medios de comunicación y de su consumo, y las propias de quienes los regulan y los analizan -prácticas que imbrican significados y formas discursivas-, para poder hacer un acercamiento a las representaciones que transitan en estos circuitos.

Se trata pues, primero, de un ejercicio reflexivo sobre las maneras de construir el presente que los medios de comunicación esgrimen como su «deber ser social». Un presente difícil de atrapar, que le pone trabas al sujeto para constituir su autonomía (una constitución tan cara para Foucault), pero que deja resquicios, quizás también grietas, que muestran que no son sólo unos «iniciados» los que pueden lograrlo. Y se trata, segundo, de un ejercicio reflexivo para quien analiza las relaciones entre medios, poder y sociedad, de suerte que no se asuma desprevenidamente como ventrílocuo de los medios, de los poderes públicos y privados, y de las audiencias que analiza. Más aún, habría que intentar hacer una crítica de las relaciones entre medios, poder y sociedad en términos tanto arqueológicos en su método como genealógicos en su finalidad, como lo propone Foucault (1984, p. 11), una crítica que trate «a los discursos que articulan lo que pensamos, decimos y hacemos como eventos históricos» (arqueológica). «[Y una crítica que desprenda] de la contingencia que nos ha hecho ser lo que somos, la posibilidad de no seguir siendo, pensando o haciendo lo que somos, hacemos o pensamos» (genealógica) 11.

Por lo demás, el caso específico de la mediatización de desastres, la mirada crítica tendrá que vérselas con tejidos de múltiples narrativas, desde el «encarnizamiento» de los medios con las consecuencias, como los recuentos de víctimas y daños, hasta la circulación de «saberes expertos» que se ocupan de las causas y que buscan prevenir acontecimientos similares en el futuro inmediato o en cualquier momento. La mirada crítica tendrá que vérselas con el sensacionalismo, con la solidaridad que puede emerger del «sufrimiento a distancia» (Boltansky, 1993), y con una suerte de cuidado de sí y de los otros -siguiendo a Foucault (2009) -, en este tipo particular de relación entre medios, saber y sociedad. En fin, se trata de asumir una actitud crítica que favorezca la discusión sobre el rol de los medios en la fragmentación al construir un presente ya disperso, y sobre las representaciones que esto propicia. Una actitud que favorezca, especialmente, el debate concerniente a las responsabilidades que conllevan las pocas informaciones, a menudo carentes de contexto, de un desastre de menores proporciones; o a las responsabilidades en los bombardeos de información que surgen a la hora del cubrimiento de un desastre de grandes magnitudes -como el que destruyó la ciudad de Armero (Colombia) en noviembre de 1985, y que dificultó las prioridades de la comunicación propia de situaciones de crisis (Arroyave y Erazo-Coronado, 2016)-.

UNA MIRADA CRÍTICA A LA COMUNICACIÓN PÚBLICA DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA Y SU ROL EN EL MANEJO DE DESASTRES

Para abordar el (sub)campo de la comunicación pública de la ciencia y la tecnología (CPCyT), y centrarnos en el rol que tiene en las relaciones entre desastres, saber, poder y sociedad, es importante hacer varias consideraciones 12. La primera consideración (i) tiene que ver con el nombre mismo del (sub)campo e incluso con el paréntesis «(sub)». Esto habla de que es un campo que hace parte de otro, o de otros, como se dijo al principio en una nota de pie de página. Dicho campo ha tratado de construir una autonomía epistémica, pero en el ámbito latinoamericano, y en especial el colombiano, ha estado marcado por el campo de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología (ESCyT), más que por el de los estudios de la comunicación (EC). El de los ESCYT es bastante crítico en cuanto a las relaciones de dependencia con respecto al contexto socio-cultural (e histórico-político-económico…), y en general con las relaciones saber-poder, tan importantes para el sapere aude de Foucault -como se puede derivar de Restrepo Forero (2103)-. Un campo en cuyos trabajos es común que se desnaturalicen los estatus de poder de las diversas formas de conocimiento científico y tecnológico. 13

Por su parte, el (sub)campo en cuestión parece ser menos subsidiario del campo de los ECom que del de los ESCyT, así tome del primero una parte importante de sus metodologías para objetos de estudios relacionados, por ejemplo, con la presencia de la ciencia y la tecnología en los medios (Massarani y Ramalho, 2012; Bucci y Trench, 2014). Miège (2005)y Maigret (2005) hablan de los EC como una suerte de campo cenicienta en las ciencias sociales y humanas: primero, porque sus objetos de estudio provienen de cotidianidades sobre las que cualquier persona «suele tener algo categórico para decir». Y, segundo, por las demandas que, justamente, el contexto socioeconómico tiene sobre los saberes y prácticas de dicho campo. (Las noticias como objeto de estudio y como reflejo del campo profesional son un buen ejemplo para esto). Lo anterior invita a hacer una comparación crítica -arqueológica y genealógica, si es posible- en términos de la preponderancia en la CPCyT de los ESCyT sobre los EC, al menos en nuestro ámbito. Habría que establecer qué regímenes de verdad prevalecen sobre otros; regímenes que preocupan por supuesto a Foucault (Castro, 2012). ¿Acaso el (sub)campo de la CPCyT encuentra más herramientas para la crítica de los saberes dominantes, y de su uso, en los ESCyT que en los EC? La crítica a lo deficitario, la crítica a la preponderancia de unos saberes y de quienes los detentan o aspiran a detentarlos, no es sólo una preocupación de los ESCyT: es también una preocupación de los EC, y no nueva por lo demás; así se observa, por ejemplo, en Martín-Barbero (1987), Mattelart (1997) y Maigret (2005). Cabe agregar en este punto que, para el objeto que nos atañe, la discusión sobre el estatus de dichos campos, es menester enriquecerla con la de los regímenes de verdad propios de las representaciones del medio ambiente -y, dentro de este, los riesgos de desastres-. Pérez-Marín (2016) da importantes pistas sobre la relación entre dichos regímenes y algunas representaciones del medio ambiente en Colombia).

La segunda consideración (ii) tiene que ver, precisamente, con dos grandes grupos de modelos para clasificar y ejercer las prácticas de la CPCyT: los modelos deficitarios y los modelos democráticos (Lozano, 2005) . Los primeros -los deficitarios- tienden a mostrar las ciencias 14 y los quehaceres científicos como algo bueno per se; esto se acerca a lo que Aldous Huxley llamó la iglesia científica. Desde este punto de vista, hay que divulgar las ciencias para que los profanos se las apropien, y si éstos no lo logran, que al menos refrenden su validez incontestable. Esos modelos son bastante verticales y, en principio, no invitan a un sapere aude; el sólo sapere a veces se simula (mucho de este modelo podría verse, a priori, como ingenuo, pero también como la defensa de intereses particulares disfrazados de interés público). Otra cosa sucede con los modelos democráticos: estos tienden a mostrar las ciencias y sus avances en términos de logros parciales, y si no deben al menos pueden someterse al escrutinio público. Aquí los científicos y expertos, o quienes difunden su trabajo, están dispuestos a debatir con las comunidades sobre la pertinencia e incluso sobre la validez de su saber, según se expone, por ejemplo, en Pérez-Bustos y Lozano-Borda (2011). Sin pretender que con estos modelos se abre la posibilidad de algo así como una crítica universal, de los sujetos y la sociedad, a los avances científicos, sí son modelos mucho más horizontales, donde existen espacios para coconstruir saberes.

Veamos ahora el papel que juega lo anterior en la CPCyT en relación con los desastres. Al principio del texto se mencionó la postura de Voltaire en relación con la catástrofe de Lisboa (1755) y el desafío prometeico. No se puede desconocer que, por ejemplo, la creación y el respeto por normas de sismo-resistencia es algo que salva vidas y disminuye el número de damnificados en los terremotos. Esto es lo contrario a lo que sucedió en el sismo del Eje Cafetero en Colombia, en enero de 1999, en especial en la ciudad de Armenia: hubo alrededor de 1200 personas muertas y más de 250 mil damnificadas. En este sentido, el solo hecho de que la gente hubiera conocido algo de lo que saben los expertos, habría dado lugar a que los responsables de las causas antrópicas no «pasaran de agache». Esta postura está cerca de Voltaire en lo que concierne a que la humanidad asuma las riendas de su destino; un salir parcial de la minoría de edad, un valerse del propio entendimiento (Foucault, 2009), pero sin perder del todo la dirección de otro: una actitud kantiana, pero con límites. Así, podría pensarse que, en estos casos, parece parcialmente deseable un modelo deficitario, con todo y sus relaciones entre saber y poder, donde el acento se pone en el poder.

Pero volvamos a lo antes mencionado sobre lo dicho por Foucault: no se trata de no ser gobernados de ninguna manera, sino de no ser gobernados de una cierta manera y en unas circunstancias determinadas; dejarse gobernar sólo si uno mismo considera como válidas las razones para aceptarlo (Foucault, 1995). Cabría decir que ningún modelo deficitario resiste la criba de una actitud crítica. Sin embargo, existen situaciones extremas: ¿qué se hace en una situación de emergencia propia de un riesgo inminente de desastre? ¿Es siempre válido acudir a «saberes decantados», por ejemplo, por ingenieros sísmicos, hidrólogos, meteorólogos, geólogos o geógrafos? Las autoridades tendrían que tomar decisiones con base en algo, decisiones que afectarían positivamente -o negativamente, dependiendo de la óptica- a los diferentes sectores de la sociedad. A la hora de la gestión y de la prevención, los tiempos pueden ser más largos; pero a la hora de la atención de desastres o a la de que están próximos a ocurrir, las medidas son más urgentes y quizás hay que incorporar dialécticas con conocimientos hegemónicos de países del centro 15 , y con quienes tengan la información sobre lo que está sucediendo para tomar medidas inmediatas, según se analiza en Farías (2014), para casos como el del tsunami del océano Índico en diciembre de 2004 que tuvo efectos en varios continentes. 16

Es evidente que la situación no es fácil de resolver desde una actitud crítica. Pero esto se puede abordar con base en el rechazo a lo que Foucault (1984, p. 9) denomina «el ‘chantaje’ a la Aufklärung», el rechazo a todo lo que se presente «en forma de la siguiente alternativa, por lo demás simplista y autoritaria: o Usted acepta la Aufklärung y se mantiene en la tradición de su racionalismo […], o bien Usted critica la Aufklärung e intenta entonces escapar a esos principios de racionalidad». Hemos sido, en cierta medida, históricamente determinados por la Ilustración, como dice Foucault (1984, p. 9), pero debemos indagar sobre aquello que «no es indispensable, o no lo es más, para la constitución de nosotros mismos como sujetos autónomos». Tratemos de llevarlo a lo que nos compete: no se trata de resistirnos a los saberes que han hecho posible entender lo que sucede con los desastres, ni de las estrategias para prevenirlos o atenuarlos, y menos si hay que hacerle frente a una situación extrema. Pero esto no implica dejar de cuestionar sus orígenes y sus trayectorias, ni mucho menos las relaciones saber-poder que los sustentan. Es preciso deconstruir estas relaciones, aunque más en el mediano y largo plazo que en el corto plazo, quizás. Por ejemplo: hacer un ejercicio reflexivo sobre las nociones de riesgo a la manera de Beck (2006) y Le Breton (1995), entre otros, y de cómo se construyen nuestras incertidumbres y nuestra convivencia con ellas; o persistir en una actitud alerta sobre qué se impone que pueda ser útil en principio, como una normativa para la gestión del riesgo de desastres -y el papel que en esto pueden tener los medios en países como Colombia (Obregón et al, 2010) -, pero que pueda ser revisada constantemente. En general, se trata de aceptar lo que no atente contra nuestra propia constitución como sujetos autónomos, al decir de Foucault (1984). O que, si lo hace de alguna forma, que deje siempre aperturas para mantener viva la búsqueda de dicha autonomía.

Por otro lado, es importante volver sobre los modelos democráticos de CPCyT y contraponerlos con algunas perspectivas de Foucault. Desde perspectivas de los ESCYT, dichos modelos democráticos hacen una crítica a la episteme de la representación (como se deriva, por ejemplo, de Hacket et al, 2008). Con tal crítica nos referimos a la de la representación de la realidad como algo dado, de la autonomía de la representación de la realidad, de la supresión cartesiana de la relación entre sujeto y objeto. Este asunto lo discute Foucault y para él ya está en Kant; Kant no desprecia el papel que tiene la sensibilidad humana en el conocimiento, y tiene en cuenta la importancia del devenir, del tiempo. Se ha dado un paso, si se quiere, de la episteme de la representación a la episteme de la historicidad, al decir de Castrillón (2016). Los modelos democráticos ya tienen pues algo de esto. Pero lo anterior no sólo se encuentra en los ESCyT; es un asunto que también se percibe en los estudios de la comunicación (EC). En los EC, por ejemplo, es frecuente la crítica a las representaciones en los medios como algo dado. Las representaciones son dialécticas y dinámicas (Hall, 1997), así la intención de los medios, en particular los noticiosos, pueda ser muchas veces defender lo contrario. Mostrar, por ejemplo, los avances de la ciencia en las noticias como un logro indiscutible, y considerar que los públicos van a decodificarlo sólo con el código hegemónico propuesto por los medios, es una cuestión sin asideros, como se puede observar, entre otras, desde perspectivas de los estudios culturales británicos (Morley, 1996) 17 o de los estudios de recepción latinoamericanos (Jacks, 2011; Orozco, 2001).

Hay también otro punto en el que los modelos democráticos y las perspectivas de Foucault se acercan. Como se ha reiterado, para Foucault es clave la perspectiva de Kant en relación con salir de «la minoría de edad» (Foucault, 1984 y 2009). Se puede arriesgar la afirmación de que los modelos democráticos buscan algo similar en torno a la crítica, no solo desde el punto de vista arqueológico sino también genealógico, como se desprende de Pérez-Bustos y Lozano-Borda (2011), en claves propias de los ESCyT. Por su parte, tales modelos se vieron alimentados por las coyunturas de los movimientos contraculturales y poscoloniales, que dieron lugar a nuevas perspectivas de estudios, en especial a partir de la década del 60, como se sugiere en De Greiff y Nieto (2005) -algo que, a su vez, marcó con mucha fuerza las tendencias en los EC, como se ve en Maigret (2005)-. Esto se nos antoja próximo a la invitación que hace Foucault (1984, p. 11) respecto a una actitud histórico-crítica, no como un sueño vacío de libertad, sino como una ontología histórica de nosotros mismos que «debe apartarse de todos aquellos proyectos que pretenden ser globales y radicales». Foucault se aleja de los humanismos, y de los «grandes relatos» revolucionarios, y parece acercarse a dichos movimientos contraculturales que, entre otras, mostraron una vez más las graves consecuencias que podían traer los desarrollos científicos y tecnológicos, como se vio durante y tras la Primera y la Segunda Guerra Mundial, y, luego, durante la Guerra Fría. Críticas que llevaron a deconstruir modelos de desarrollo y a desnaturalizar nociones como la del Primer Mundo y Tercer Mundo, según se observa en Escobar (1998).

Estos puntos de encuentro entre perspectivas críticas de Foucault y modelos democráticos de CPCyT, ofrecen herramientas para abordar las relaciones entre desastres, saber, poder y sociedad. Los quiebres de los «grandes relatos» permiten dilucidar formas de exclusión tácitas, nuevas o potenciales, y dan indicios para entender que hay muchas posibilidades de ser víctimas de aquéllas. Por su parte, las causas antrópicas de los desastres también surgen de fes ciegas en los positivismos tecno-científicos; fes con las que hay que mantener la guardia, o, incluso, una actitud combativa. Son evidentes, por ejemplo, los intereses económicos y políticos de grupos neoliberales y conservadores que se resisten a aceptar el cambio climático y sus orígenes en ciertos modelos de desarrollo, y su relación con los riesgos de desastres. Pero con esto no se elude la responsabilidad de tomar con beneficio de inventario qué relaciones saber-poder preceden las definiciones sobre qué es el cambio climático, con todo y sus implicaciones.

CONCLUSIONES

Para intentar una mirada crítica al análisis de las relaciones entre desastres, medios, saberes, poder y sociedad, es notoria la utilidad de las perspectivas que ofrece Foucault, especialmente al retomar la pregunta sobre qué es la Ilustración, formulada originalmente por Kant. Más aún si una exégesis del trabajo de Foucault (1984), como la que aquí se presenta, se combina con otros trabajos para acercarnos al análisis de dichas relaciones. Los abordajes propios de los estudios de la comunicación, de la comunicación pública de la ciencia y la tecnología, y de la sociología del riesgo constituyen campos relevantes para el objeto de estudio en cuestión. Y es claro que estos abordajes requieren giros críticos como los que se desprenden de las ideas de Foucault. Pero también es claro que estos campos traen sus propios giros críticos que a su vez pueden enriquecer tales ideas, a la manera de una simbiosis provechosa.

Un sapere aude, una actitud de modernidad, un ejercicio reflexivo, una mirada alerta ante un presente inaprehensible, no solo es algo deseable sino necesario para una aproximación a las relaciones entre medios, poder y sociedad; especialmente si se trata el papel que tienen medios como los noticieros en los cubrimientos de desastres. Es preciso observar con cautela la manera cómo contribuyen las noticias al grado de (hiper)fragmentación en la representación de acontecimientos de esta naturaleza, y las repercusiones que esto acarrea frente a sus públicos. Igual sucede con el intento de ejercer un sapere aude para abordar las relaciones entre desastres, saberes, poder y sociedad: son pertinentes en incluso apremiantes, los debates sobre la autonomía, sobre las tensiones entre el gobierno de sí y de los otros (Foucault, 2009), sobre los vínculos entre saber y poder, sobre los grados de aceptación de medidas para prevenir o atender desastres en el corto, mediano y largo plazo. Hay que defender la sociedad, según la expresión de Foucault. Y para ello es preciso un trabajo crítico que «necesita, siempre, el trabajo sobre nuestros límites, es decir, una paciente labor que dé forma a la impaciencia por la libertad» (Foucault, 1984, p. 14). El uso privado de la razón puede ser aceptable siempre y cuando el uso público de la razón lo confronte de forma recurrente, lo mantenga en tensión. Así pues, confiar parcialmente en las medidas que proponen los expertos y las autoridades para menguar o evitar los desastres -uso privado-, y confiar en la manera como esto se comunica, debería ser, de una u otra forma, el resultado de la concertación con las comunidades -uso público- y no de su obsecuencia.

NOTAS

  • arrow_upward Los tres primeros desarrollados en el contexto de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) de la que Colombia ha hecho parte.
  • arrow_upward Y para esto es importante considerar las secuelas que en la crítica ha dejado el neoliberalismo (Romero, 2010), con todo y sus racionalizaciones, con sus des-regulaciones o, mejor, neoregulaciones, y con sus formas de consumo; esto ha hecho mella en las movilizaciones sociales existentes, pero también han dado lugar a otras nuevas. Se usa «des» y «neo» por las relaciones intrincadas que hay entre el Estado y el sector privado en el ámbito del neoliberalismo, una época propicia para que -digámoslo de esta manera- los tecnócratas se muestren como demócratas. Con estados que, más que debilitarse, suelen transformarse para darle prioridad a los intereses privados. (Para un análisis de la relación entre neoliberalismo y biopolítica, ver Castro (2011)).
  • arrow_upward Se usa «(sub)campo» dado que la comunicación pública de la ciencia y la tecnología podría solo hacer parte de los estudios de la comunicación, pero en diversas tradiciones, y en especial en la colombiana, ha tendido a estar más marcada por otros campos, en especial el de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología, como se verá posteriormente.
  • arrow_upward Se usará el concepto de «saberes» en lugar del de «conocimiento». En literatura relacionada con la comunicación pública de la ciencia de origen francófono se suele usar el primero, a menudo en plural (Márquez, 2008), y en la de origen anglosajón el segundo, en singular. Se utilizará «saberes» dada la posibilidad de que abarque lo que es y no es de origen tecno-científico, como lo sugiere Castrillón (2016). Si bien esto merece una discusión detallada y aparte.
  • arrow_upward Como se observa en la primera nota de pie de página de la traducción de Foucault (1984).
  • arrow_upward Si bien hemos tenido en cuenta la lectura directa del texto de Kant (1986) , nos referiremos principalmente a lo que dice Foucault sobre el texto de Kant.
  • arrow_upward E incluso hablar de actores en lugar de acción, o de actantes, para tener en cuenta múltiples actores, no solo los seres humanos, según la propuesta de Latour (1992), por ejemplo.
  • arrow_upward O como parte esencial de los procesos de interacción entre estructuras y acciones (Jensen, 2014).
  • arrow_upward Es poco el acercamiento por parte de Foucault a los trabajos de Benjamin, como se observa en Castro (2011); esto también está ligado a que el primero no tuvo tanta disponibilidad de la obra del segundo como la que existe actualmente, como lo sugiereCastrillón (2016).
  • arrow_upward Para abordar las problemáticas del uso de las denominadas tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) y sus vínculos con formas de control, y en especial las del control de la vida y del cuerpo humano, valdría la pena tener en cuenta lo que se expone en Castro (2011) sobre la biopolítica y el bio-poder en Foucault, y con ello revisar lo que analiza Winocur (2009) sobre el uso del celular y su relación con el manejo de las incertidumbres contemporáneas. (Hay que reiterarlo: formas de control, pero con posibilidades de escape).
  • arrow_upward Ambas críticas, pero en especial la arqueológica, tiene puntos de encuentro con el ‘giro discursivo’ en las ciencias sociales y humanas que se expone en Hall (1997) -y este último cita a Foucault-: una perspectiva ‘constructivista’, con aproximaciones semióticas y discursivas. Puntos de encuentro que pueden ser de utilidad para abordar el problema que aquí nos incumbe.
  • arrow_upward La primera en realidad podría ser revisar la densidad del concepto «tecnología» para Foucault, y sus relaciones con el poder, la disciplina, el control, entre otros. No nos detendremos en esto aquí; aunque no se da por sentado, evidentemente, que el uso de la tecnología, sea cuál sea su acepción, es algo bueno en sí mismo.
  • arrow_upward En Hermelin (2011) se pueden encontrar discusiones sobre la naturalización del par «ciencia y tecnología». Ahora bien, habría que revisar los matices en Foucault entre tecnología y técnica y sus usos específicos. Cabe anotar que en el mundo anglosajón se usa con frecuencia el término «tecnología» y en el francés el de «técnica» para algo que parece sinónimo pero que no es estrictamente lo mismo. El hecho de usar ciencia en singular y no en plural también merece una discusión aparte.
  • arrow_upward Y habría que discutir de nuevo si va en singular o en plural, si hay que reiterar el par «ciencia y tecnología» o si es mejor usar el par «ciencias y técnicas». No entraremos en este punto. En adelante emplearemos ciencia o ciencias y no el par o los pares completos.
  • arrow_upward Esto sin evadir el hecho de que hay que mirar con beneficio de inventario dichos conocimientos hegemónicos sobre el medio ambiente; en especial en lo que tiene que ver con la relación saberpoder y el rol que allí tienen actores como el Estado, los científicos, los medios y los ciudadanos. (Se pueden buscar más elementos al respecto en Pérez-Marín (2015) para el ámbito colombiano).
  • arrow_upward Es el caso de los sistemas de información muy amplios sobre riesgos de desastres en el mundo, como los de Estados Unidos, con miras a prevenir graves consecuencias de tsunamis como el de Chile en 2010, en éste y en otros países (ver Farías 2014). Si bien no hay que perder de vista que, a pesar de su amplitud, estos sistemas no evitaron el desastre del huracán Katrina en 2005.
  • arrow_upward Cabe añadir que el desarrollo de los estudios culturales británicos se dio en un contexto particular, en el que el ataque a los elitismos ilustrados no provino simplemente de, por decirlo de alguna manera, un internalismo intelectual: provino también de las vivencias de exclusión de buena parte de quienes los lideraron, y que, en buena medida, se agruparon en torno al movimiento de la New Left. (Ver el prólogo de Beatriz Sarlo en Williams, 2001) .
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